El retorno del fenicio

No hay nostalgia en la obra de Douglas Abdell, porque no mira atrás con añoranza ni con voluntad alguna de imposible regreso. De hecho, ni siquiera mira atrás. Mira hacia dentro. Ahonda. No es un asunto de ayer, sino de raíces. Un tiempo y un suelo nutricios en los que se alimenta para caminar, para seguir haciendo camino, eslabón en una larga y noble carrera de relevos en la que él, atento a los signos de su tiempo -el nuestro-, toma con responsabilidad el testigo. 

Su pasión por la cultura fenicia, y su compromiso con ella, trasciende la piel de lo plástico, incluso  lo más profundamente estético. Hay una dimensión antropológica y sociológica en su obra. Y una dimensión ética que la hace especialmente vigente en este tiempo de ahora en el que los noticieros nos desvelan cada día, junto a otros muros vergonzantes que persisten o amenazantes se anuncian, un mar frontera entre los pueblos, entre los hombres y mujeres que los conforman y encarnan.  

Los fenicios no fueron colonos, sino comerciantes. No buscaron tierras, sino seres humanos con los que, en la búsqueda del trueque de productos, trocaron ideas, costumbres, creencias... Navegando, se aproximaron a otros -sus iguales/diferentes- y entablaron con ellos, a muchos niveles, un rico/enriquecedor diálogo. Se aprojimaron, sí, haciendo prójimos a aquellos a los que, más allá de meras transacciones comerciales, hallaron en su hacer camino; también, y sobre todo, “caminos sobre la mar”. O sea: el encuentro. El milagro inaugural del encuentro. De ese encuentro del otro que nos vuelve reflexivos y que, al cabo, se vuelve encuentro de nosotros mismos, de nosotros renovados bajo una luz también nueva.

De esto nos habla -de esta búsqueda incesante de la identidad y la fraternidad- la obra de Abdell. Su obra auténtica en materiales auténticos (de piedra -de  piedras ricas de matices- o bronce). Su honesta obra que atraviesa, coherente y firme, los años desde aquella primera exposición en la Graham Gallery de New York allá por 1971 en la empezó a navegar de puerto en puerto (Maryland, Connecticut, Kansas, Tennessee, Berlín, Boston, Los Ángeles, Roma, Milán,... y, más cerca ya de nosotros -tras su primera muestra en los albores de ARCO en 1985- en Barcelona, Zaragoza o Madrid).

Su nave fenicia recala ahora aquí, en nuestro Museo -puerto suyo, uno más-, no para llevarnos al pasado fenicio, pues es el Fenicio el que llega y se hace presente, y propone futuro. Un futuro abierto en el que el mar -camino y no frontera- propicia el encuentro. No es la suya, dijimos, una mirada nostálgica. Por eso la modernidad de su obra. Una obra, en el más profundo sentido hegeliano, de siempre. Él ha llegado. Nosotros también. Comienza el diálogo.


*Douglas Abdell, artista de ascendencia italo-libanesa, nació en Boston en 1947.


There is no nostalgia in Douglas Abdell's work. He does not even look back, he looks inside him. It is not a matter from the past, but the roots. His passion for Phoenician culture, and his commitment with it, means  more than sthetic and plastic.

There is an antropological and sociological dimension in his work. An  ethical dimension that makes it specially contemporary. The phoenicians were not colonizers, but trader. They did not look for lands, but people with which, in the search of borter of products, they change ideas, habits, beliefs… Sailing the seas, they approached to people, to understand, to know them.

This is all about Douglas work. His authentic work in authentic material (rich shades stone and bronze). Since the first exhibition in Graham Gallery from New York in 1971, he starts to travel the world (Maryland, Connecticut, Kansas, Tennessee, Berlin, Boston, Los Angeles, Rome,Milan…). He came to Spain in 1985 (Barcelona, Zaragoza and Madrid).


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